Tengo varias pasiones. Una de ellas es viajar, como se habrá podido comprobar, pero otra de ellas es la fotografía. No soy más que una amateur en la materia, pero me gusta mucho hacer mis pinitos con la cámara cuando me muevo de un lado para otro.
En esta ocasión lo que os muestro son fotografías que hice en mi viaje a la isla griega de Mikonos. Antes de visitarla había visto imágenes del lugar, pero la verdad es que deconocía del todo cómo era y dónde se ubicaba. Vamos, que no sabía que me esperaban estos cielos tan azules, una mar tan singular y estos colores tan impresionantes.
Es un destino totalmente de relax. No hay prisa para nada, así que es el momento de tomárselo con filosofía -nunca mejor dicho- y pasearse por las blanquiazules calles llenas de pequeñas tiendecitas, conocer los rincones más ocultos del lugar atravesando sus estrechas calles y sentándote en una terracita al borde del mar viendo cómo rompen las olas.
La mayoría de aquellos que visitan la isla utilizan los quads para desplazarse de un lado a otro. Hay autobuses desde el centro e incluso se podría ir andando ya que es una isla pequeña y las distancias son cortas. Aún así, no lo recomiendo para nada, ya que cada cuál conduce como quiere y todo es muy estrecho y con poca visibilidad. Nosotros, al ser cuatro, optamos por el alquiler de un coche con el que pudimos visitar algunas de las playas.
También experimentamos lo dependiente que se puede llegar a ser en una isla de los cambios de clima, vientos, etc. Pueden pasar días sin que salga un barco hacía otra isla o la península debido al fuerte oleaje. Nosotros tuvimos que pasar un día más en Mikonos debido a esto, así que tenedlo en cuenta si visitais el lugar. Sobre todo porque en el 'puerto' no hay nadie ni nada que indique que no salen los barcos, ¡¡tienes que acabar adivinándolo o preguntándolo tú!!
Aún así, te devuelven el dinero sin problema y el cambio no te supone mayor coste que el de pagar el alojamiento de una noche más, ¡eso si encuentras dónde quedarte! (Nosotros después de mucho dudar...dormimos en cama! jaja)
El sólo hecho de estar allí ya te obliga a acercarte a la orilla para ver la puesta de sol. No es poca la gente que lo hace, se ha vuelto hasta una tradición para los turistas y visitantes. La verdad es que se crea una gran expectación en torno a este momento y, una vez vivido, lo recomiendo 100%. Los colores dorados y anaranjados sobre la 'pequeña Venecia' son inolvidables.
El Babulas Taverna es un restaurante que ya había visto por televisión -en Españoles en el Mundo, si mal no recuerdo-. Lo recomendaban como sitio al que ir a comer y nosotros, por cosas del destino, acabamos en su terraza después de que las olas nos obligaran a quedarnos en la isla y todas sus consecuencias. La anécdota ahora me parece graciosa, pero sólo os diré que esa noche la pasé soñando con cambios de barcos, islas y gente hablándome en una mezcla de griego e inglés. ¡Un caos!
Una de las curiosidades de este restaurante es que dejan secar los pulpos al sol, colgados de las cuerdas de ese barco que veis en la fotografía. Quizá por eso tenían algo de arena una vez en el plato...aunque el resto de comida no estaba nada mal.
La verdad es que en este sitio nos pasó de todo. Mucho ojo con las excursiones, que podéis acabar en el terreno privado de alguien como nos pasó a nosotros mientras buscábamos lo que decía ser un museo -pues resultaba ser un viejo molino al que se podía subir por una escalera súper estrecha-. Nadie nos sabía indicar -eso sí, todos muy amables y cercanos, esforzándose muchísimo por hacerse entender- y acabamos en la torre de una (supusimos que) inglesa que nos echó de malas maneras -¡supongo que le dimos un pequeño susto!-. Pero vamos, ya veis las vistas.
Cuando cae la noche Mikonos puede llegar a sorprender. Cobra vida de tal manera y hay un ambientazo que si vais no os podéis perder. Coged vuestro vestido o ropa blanca favorita como buen isleño y pasead por las estrechas calles de nuevo, pero esta vez con ganas de fiesta, de bares, de compras...¡lo que quieras! Yo estaba alucinando al ver lo despiertos que podían estar los griegos por la noche, cuando de día no había ni un alma. Y es que acabé convencida de que Mikonos es sinónimo de fiesta. Y de las agradables, vamos, de las de todo el mundo.
Esa noche también la pasamos buscando algo -más bien a alguien- a quien debéis encontrar si visitáis la isla: Petros. Es un pelícano, mascota de la isla. En este caso es Petros II, ya que el 'original' ya ha muerto. No tuvimos la suerte de encontrarlo, ya que no tiene un lugar concreto en el que estar -tiene una especie de cama, por lo visto, pero lo tienen libre y se va moviendo de aquí para allá-, por lo que me quedé algo desilusionada pensando que nos iríamos sin verlo.
Ya a la mañana del verdadero último día de estar en Mikonos, decidimos pasarnos con las maletas por el sitio en el que normalmente se le ve. No estaba allí, pero si en unas callecitas interiores bastante cercanas. Fue emocionante, el símbolo andante -y volador- de la isla, ante nuestros ojos y allí, siendo fotografíado tan tranquilo. La costumbre de ser famoso, dicen.
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